"La colonización de los diversos sectores de la práctica social no hace
más que encontrar en el mundo estudiantil su expresión más injusta. La
proyección sobre los estudiantes de toda la mala conciencia social, enmascara
la miseria y la servidumbre de todos.
Pero las razones en que se basa nuestro desprecio por el estudiante son
de otro tipo. Estas no conciernen solamente a su miseria real sino a su
complacencia hacia todas las miserias, su propensión enfermiza a consumir
devotamente la alienación, con la esperanza, ante la falta de interés general,
de satisfacer su carencia particular. Las exigencias del capitalismo moderno
hacen que la mayor parte de los estudiantes sean simplemente cuadros
inferiores (es decir, el equivalente de lo que en el siglo XIX era la
función del obrero calificados) (4). Ante el carácter miserable, fácil de
presentir, de este futuro más o menos próximo que lo "resarcirá" de
la vergonzosa miseria del presente, el estudiante prefiere volverse hacia su
presente y decorarlo con encantos ilusorios. La misma compensación es demasiado
lamentable como para que atraiga; los días que sigan no serán alegres y,
fatalmente, se sumergirán en la mediocridad. Por ello se refugia en un presente
vivido irrealmente.
Esclavo estoico, el estudiante se cree tanto más libre cuanto más lo
ligan las cadenas de la autoridad. Al igual que su nueva familia, la
Universidad, se tiene por el ser social más "autónomo"
mientras que representa, directa y conjuntamente los dos sistemas más
poderosos de la autoridad social: la familia y el Estado. Él es su hijo
sometido y agradecido. Siguiendo la misma lógica del hijo sumiso, participa
de todos los valores y mitificaciones del sistema, y los concreta en sí mismo.
Lo que eran ilusiones impuestas a los empleados, se convierte en ideología
interiorizada y conducida por la masa de futuros pequeños cuadros.
Si la antigua miseria social ha producido los mayores sistemas de
compensación de la historia (las religiones), la miseria marginal estudiantil
no ha encontrado consuelo más que en las imágenes más desfiguradas de la
sociedad dominante, la repetición burlesca de todos sus productos alienados.
El estudiante francés, en su calidad de ser ideológico, llega
demasiado tarde a todo. Todos los valores e ilusiones que constituyen el
orgullo de su mundo cerrado, están ya condenados en tanto que ilusiones
insostenibles, desde hace mucho tiempo ridiculizadas por la historia.
Recogiendo unas migajas de prestigio de la Universidad, el estudiante
todavía está contento de ser estudiante. Demasiado tarde. La enseñanza mecánica
y especializada que recibe está tan profundamente degradada (en relación
al antiguo nivel de la cultura burguesa) (5) como su propio nivel intelectual en el
momento en que accede a ella, con la particularidad de que la realidad que
domina todo esto, el sistema económico, reclama una fabricación masiva de
estudiantes incultos e incapaces de pensar. El estudiante ignora que la
Universidad se haya convertido en una organización -institucional- de la
ignorancia, que la "alta cultura" se disuelva al ritmo de la
producción en serie de los profesores, que todos los profesores sean
cretinos, los cuales en su mayoría provocarían el escándalo de los alumnos de
cualquier colegio; él continúa escuchando respetuosamente a sus maestros, con
la voluntad consciente de perder todo espíritu crítico a fin de comulgar mejor
de la ilusión mística de haberse convertido en un "estudiante",
alguien que se ocupa seriamente de adquirir un saber serio, con la
esperanza de que eso le confiará las verdades últimas. Es una menopausia del
espíritu. Todo lo que sucede hoy en los anfiteatros de las escuelas y
facultades será condenado en la futura sociedad revolucionaria como alboroto,
socialmente nocivo. En la actualidad, el estudiante hace reír.
El estudiante no se da cuenta de que la historia altera su irrisorio
mundo "cerrado". La famosa "crisis de la
Universidad" parte de una crisis más general del capitalismo moderno;
sigue siendo el objeto de un diálogo de sordos entre diferentes especialistas.
Dicha crisis traduce simplemente las dificultades de un ajuste tardío de este
sector especial de la producción a una transformación de conjunto del aparato
productivo. Los residuos de la vieja ideología de la Universidad liberal
burguesa pierden importancia en el momento en que desaparece su base social. La
Universidad ha podido disfrutar de un poder autónomo en la época del
capitalismo librecambista y de su Estado liberal, que le dejaba una cierta.
libertad marginal. De hecho, dependía estrechamente de las necesidades de este
tipo de sociedad: dar a la minoría privilegiada que estudiaba la cultura
general adecuada, antes de que alcanzara las filas de la clase dirigente de la
que apenas habla salido. De ahí el ridículo de los profesores nostálgicos (6),
amargados por haber perdido su antigua función de perros guardianes de los
futuros amos por esa otra, mucho menos noble, de perros de pastor, siguiendo
las necesidades planificadas del sistema económico, guiando las hornadas de
"cuellos blancos" hacia sus fábricas y oficinas respectivas. Son
ellos quienes oponen sus arcaísmos a la tecnocratización de la Universidad y
continúan suministrando imperturbablemente las sobras de una cultura
llamada general a futuros especialistas que no sabrán que hacer con ella.
Más serios, y por consiguiente más peligrosos, son los
modernistas de la izquierda y los de la UNEF, dirigidos por los
"ultras" de la FGEL, que reivindican una "reforma de estructuras
en la Universidad", una "reinserción de la Universidad en la vida
social y económica", es decir, su adaptación a las necesidades del
capitalismo moderno. Las diversas facultades y escuelas, todavía adornadas de
ilusiones anacrónicas, son transformadas de dispensadores de la "cultura
general" a la medida de las clases dirigentes en fábricas de enseñanza
rápida de cuadros inferiores y de cuadros medios. Lejos de oponerse a este
proceso histórico que subordina directamente uno de los últimos sectores
relativamente autónomos de la vida social a las exigencias del sistema
mercantil, nuestros progresistas protestan contra los retrasos y
desfallecimientos que sufre su realización. Son los defensores de la futura
Universidad cibernetizada que ya se anuncia aquí y allí (7). El sistema mercantil y sus
modernos servidores, he aquí al enemigo.
Pero es normal que todo debate pase por encima de la cabeza del estudiante,
en el cielo de sus maestros, y se le escape totalmente: se le escapa el
conjunto de su vida, y, a fortiori de la vida.
Debido a su situación económica de extrema pobreza, el estudiante está
condenado a un cierto modo de supervivencia muy poco envidiable. Pero,
siempre contento con su papel, convierte su trivial miseria en "estilo de
vida" original: el miserabilismo y la bohemia. Ahora bien, la
"bohemia", lejos ya de ser una solución original, nunca es vivida
auténticamente sin haber roto de forma completa e irreversible con el medio
universitario. Sus partidarios entre los estudiantes (y todos se jactan de
serlo un poco) no hacen más que aferrarse a una versión artificial y degradada
de lo que, en el mejor de los casos, no es más que una mediocre solución
individual. Merecen hasta el desprecio de las ancianas del campo. Estos
"originales", treinta años después de W. Reich (8) ese excelente educador de la
juventud, continúan teniendo los comportamientos erótico-amorosos más
tradicionales, reproduciendo las relaciones generales de la sociedad de clases
en sus relaciones intersexuales. La aptitud del estudiante para hacer un
militante de cada uno, se ve frustrada por su impotencia para ello. En el
margen de libertad individual permitido por el espectáculo totalitario, y a
pesar de su utilización más o menos libre del tiempo, el estudiante ignora
todavía la aventura y prefiere un espacio-tiempo cotidiano restringido,
adaptado a él por las barreras del propio espectáculo.
Sin estar obligado, separa de sí mismo trabajo y ocio, proclamando un
hipócrita desprecio por los "empollones" y los "animales de
competición". Aprueba todas las separaciones y, a continuación va a gemir
en los diversos "círculos" religiosos, deportivos, políticos o
sindicales, sobre la incomunicación. Es tan estúpido y desgraciado que incluso
llega a confiarse espontáneamente y en masa al control parapolicial de
psiquiatras y psicólogos, colocados donde están por la vanguardia de la
opresión moderna, y por consiguiente felicitados por sus "representantes"
que, naturalmente, ven en esos "Bureaux d'Aide Psychologique
Universitaire" (BAPU) (Centros de ayuda psicológica universitaria), una
conquista indispensable y merecida (9).
Pero la miseria real de la vida cotidiana estudiantil, encuentra su
compensación inmediata, fantástica, en su principal opio: la mercancía
cultural. En el espectáculo cultural, el estudiante encuentra de forma natural
su lugar de discípulo respetuoso. Cercano a su lugar de producción sin nunca
tener acceso a él -el Santuario le está prohibido- el estudiante descubre la
"cultura moderna" como espectador-admirador. En una época en que el arte
está muerto, el estudiante continúa asistiendo con fiel asiduidad a los
teatros y cine-clubs, y sigue siendo el más ávido consumidor de su cadáver
congelado y distribuido bajo celofán en los supermercados, por los guardianes
de la abundancia. Participa sin reserva, sin segundas intenciones y sin
alejamiento. Es su elemento natural. Si las "casas de cultura" no
existieran, el estudiante las habría inventado. Este verifica perfectamente los
análisis más banales de la sociología americana del marketing: consumo
ostentatorio, establecimiento de una diferenciación publicitaria entre
productos idénticos en la nulidad (Pérec o Robbe-Grillet; Godard o Lelouch).
Desde que los "dioses" que producen u organizan su espectáculo
cultural se encarnan en escena, él es su principal público, su fiel soñador. De
este modo, asiste en masa a sus demostraciones más obscenas; qué otro que no
sea él llenaría las salas cuando, por ejemplo, los curas de las diferentes
iglesias exponen públicamente sus diálogos sin límites (semanas del pensamiento
llamado marxista, reuniones de intelectuales católicos) o cuando las ruinas de
la literatura vienen a constatar su impotencia.
Incapaz de pasiones
reales, disfruta con polémicas desapasionadas entre las "vedettes" de
la Inteligencia, sobre falsos problemas cuya función es enmascarar los
verdaderos: Althusser - Garaudy Sartre - Barthes - Picard - Lefebvre -
Lévi-Strauss - Halliday - Chatelet - Antoine. Humanismo - Existencialismo -
Estructuralismo - Cientifismo - Nuevo Criticismo - Dialéctico-naturalismo -
Cibernetismo - Planetismo - Meta-filosofismo.
4. Pero sin la conciencia revolucionaria; el obrero
no tenía la ilusión de la promoción.
5. No nos referimos al de la Escuela Normal Superior
o al de los sorbonistas, sino al de los enciclopedistas o al de Hegel.
6. No atreviéndose a alienarse con el liberalismo
filisteo, se inventan referencias a las inmunes universidades de la edad media,
época de la "democracia de la no-libertad".
7. Cf. Internationale Situationniste, n.º 9. Correspondance
avec un cybernéticien, y el opúsculo situacionista La tortue dans la
vitrina, contra el neo-profesor A. Moles.
8. Ver La lucha sexual de los jóvenes y La
función del orgasmo.
9. Con el resto de la
población es necesario emplear la camisa de fuerza para hacerlo comparecer ante
el psiquiatra en su acogedora fortaleza. Con el estudiante, es suficiente con
hacerle saber que han sido abiertas avanzadas de control en el ghetto: se
precipita al lugar donde se distribuyen números de visita".
No hay comentarios:
Publicar un comentario